Todos los artistas tienen un autorretrato y ya era hora que yo tuviese uno también. Todo empezó con el cuadro que pinté al estilo de Gauguin, en óleo. Quería aprender nuevas técnicas para ser una buena profesora. Van Gogh se pintó muchas veces. Debería querer espantar los demonios de su mente así. Una manera de exteriorizarlos. Se pintó en distintas situaciones, siempre con colores ardientes y vibrantes. Sus pinceladas son cortas y nerviosas. Las mezclas de colores son hechas rápidamente, en la propia tela. Varias pinceladas de azul y amarillo crean el verde y así sucesivamente. Pintaba a gran velocidad, dictado por sus emociones desbordantes. Muchos piensan que Gauguin es el responsable de que se haya cortado la oreja, pero yo no es cierto. Van Gogh era una persona muy desiquilibrada emocionalmente, tanto así que terminó en un hospital psiquiátrico. Cuando algo no le gustaba se lastimaba a sí mismo; se quemó la mano con una lámpara porqué una mujer no quería verlo. Van Gogh y Gauguin convivieron durante un corto e intenso período de sus vidas. Los dos huían de la civilización decadente europea. En el sur de Francia encontraron la luz y los colores ideales para sus obras revolucionarias, qué llamamos de post-impresionistas hoy en día. Rompieron con la academia y se reencontraron con su parte salvaje. Pintaban con sus entrañas. Era emoción al estado puro. Van Gogh soñaba con una comunidad de pintores impresionistas en el sur de Francia. Había creado la Casa Amarilla. Ese color fue un factor dominante en sus obras. Representaba el sol de La Provence, que tanto cautivó a este holandés. En su país el sol era de color pastel y en La Provence pura explosión. Sólo Gauguin se fue a vivir con él en Arles, pero por poco tiempo. No se soportaron, eran dos hombres completamente distintos. Van Gogh obsesivo, ordenado y sin éxito con las mujeres. Gauguin desordenado, seductor y salvaje. Este último era demasiado libre para adaptarse al carácter controlador de su colega. Se lo dijo de la mejor manera posible, cuando estaban en un bar. Se quería ir a vivir a Tahití. Van Gogh no lo toleró y demostró su descontento violentamente. Se cortó la oreja pero antes de eso le tiró un vaso en la cara de Gauguin y luego lo esperó con un cuchillo en la plaza. Con esto no quiero hablar mal del holandés, uno de los mejores pintores de occidente pero tampoco quiero que sigan culpando a Gauguin por la desgracia de su colega. Van Gogh era víctima de sí mismo de tal manera que terminó con su propia vida con un tiro en la barriga. Era un hombre demasiado sensible para este mundo y sufrió mucho por ello.
Es así que un día Van Gogh se cortó la oreja y luego se pintó. En el cuadro se le ve una venda, como la que me pusieron cuando me implanté. Mi profesora de pintura, Marcela Baubeau, me dijo: Van Gogh se sacó la oreja y vos te la pusiste. Me encantó y con eso vi la oportunidad de hacer mi primer autorretrato, en homenaje al pintor que tanto admiro. Aprendí a través de sus colores y pinceladas lo que nadie puede enseñarme personalmente, porqué como Van Gogh no existen dos.
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