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Archive for febrero 2013

Hay días para todo, pero no me imaginé que existía el del implante colcear. Y si, hoy es nuestro día y por eso subo esta entrada, para felicitar a todos los implantados en este 25 de febrero del 2013.


coclea


Soy implantada y sé lo que significa pasar por esta operación y rehablitación. Hay que tener coraje para encarar un cambio tan importante, aunque sea para mejor. Todos los que se implantan tienen que pasar por un proceso de adaptación y aprendizaje que lleva años. Cuando somos adultos es más difícil cambiar. Preferimos el «mejor malo conocido que bueno por conocer» Pasé treinta años para tomar esa decisión y para eso tuve que quedarme en el silencio absoluto, o sea: no poder usar audífonos de ningún tipo. Mismo así me costó aceptar que el implante coclear fuese la única solución que me quedaba para volver a oir. La psicóloga del equipo del Dr. Arauz me ayudó a entenderlo. Ella fue fundamental. Tuve mucho miedo antes de decidirme y tuve más miedo cuando lo hice. Lloré cuando el médico quiso saber cúales eran mis miedos. Le pregunté que iba a escuchar con el implante y me respondió: «No sé, sólo sé que lo necesitás» Me operé con las expectativas por el suelo y en el oído «muerto» durante treinta años. Al no esperar nada gané todo y eso fue decisivo para mi éxito. Durante dos años descubrí nuevos sonidos. Sin prisa pero sin pausa la palabra me conectó con la gente y la música con el corazón.


Falta información sobre el implante coclear y por eso escribí mi experiencia en la internet, para que los sordos e hipoacúsicos se liberen de los prejuicios que yo mismo tenía y sepan que existe una alternativa para escuchar artificialmente con este aparato electrónico. Con mi nueva audición la vida se hizo más fácil. No estoy todo el tiempo tensa y paranoica por no poder estar al tanto de lo que pasa a mi alrededor. Estoy consciente de que nunca estaré al tanto como lo están los oyentes, pero el implante me dió nuevos recursos que me permiten estar más tranquila con la vida.


Me gusta oir. Me emociono siempre que escucho los pajaritos cantar en la calle, me gusta seguir una conversación sin mirar intensamente los labios de mi interlocutor, adoro la música y tantas otas banalidades, que son tantas que no las puedo nombrar. Me falta mucho todavía, pero no estoy apurada porque ya me siento bien así.


El blog me regaló muchos amigos nuevos, que pasan por lo mismo que yo. Son un ejemplo de superación y de generosidad. Todos los que pasan por acá dejan sus testimonios escritos sin pedir nada a cambio. Es por eso que me siento feliz de poder compartir con ustedes este día y decirles:


FELIZ DIA DEL IMPLANTE COCLEAR

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De joven fui una «hippie» que soñaba vivir en la naturaleza. Odiaba la ciudad, la sociedad de consumo y los aparatos electrónicos. Un día lo largué todo y me puse una mochila en la espalda. Viajé durante cuatro años a la búsqueda de El Dorado natural. Trabajé en el campo, vendí artesanías y fui obrera en una fábrica de flores. Viví con lo mínimo y me sentí libre. No me miré en un espejo durante nueve meses, no dormí en un colchón durante un año, los nativos del nordeste de Brasil me enseñaron a comer con las manos, dormí en la intemperie, tanto en la montaña, orilla de un río, playa, casa abandonada o calle de Marsella. Me volví una fugitiva del sistema en el que nací y fui criada.


tecnodependiente


No conseguí escapar y aquí me tienen delante de una computadora, comunicada con el mundo global al que pertenezco, a pesar de mí. A lo largo de los años la vida me llevó por diferentes caminos. Me enamoré, tuve una hija, crecí, maduré y me hice responsable, mientras perdía la audición. Sin prisa y sin pausa la perdí toda. No quise usar un audífono durante años y sólo me operaron porque era menor de edad y mi madre podía decidir por mí. Fueron dos operaciones y un fracaso que valió por las dos. «Mi madre no entiende que Dios me quitó la audición para poder escuchar lo invisible», pensaba yo en ese momento. Me aislaba y sufría en silencio mi destino. Con el tiempo busqué alternativas y desarrollé una aguda intuición que me permitió sobrevivir a la soledad que sentía con mi sordera. Hoy en día me pregunto si los viajes no habrán sido una fuga a la realidad que no podía evitar.


Mi hija me bajó a la tierra y me devolvió la vida. A los dos meses de embarazo compré mi primer audífono. Ahora tenía un motivo para escuchar. Fue el primer audífono de la saga. Los tuve de varias marcas a lo largo de los años, según la perdida, que avanzaba siempre un poquito más. Los audífonos me permitieron seguir conectada – con muchas dificultades – durante 22 años. Llegó el día en que no hubo modo de sacarle una gota más de jugo sonoro al aparato. El silencio triunfó y yo me hundí.


maletin


Grande fue la sorpresa que tuve el día que me mostraron la maleta del implante coclear de Med-el que contenía el chip, electrodos, procesador, cargador, pilas, destornilladores y demás accesorios. Era mucha tecnología junta para una «hippie» y no sabía si podría con ello. Pero pude. Aprendí a manejarme con cables, pilas, cargadores y todo más porque me di cuenta que valía la pena. Los sonidos irrumpieron en mi cerebro, llenos de vida. Nunca pensé que podría escuchar cómo hoy en día escucho con la ayuda del implante coclear.


en el avion


En el avión descubrí que el famoso cable rojo de Me-del se adapta a la entrada de audio del asiento. ¡Pude escuchar música durante todo el trayecto con nitidez y lo disfruté tanto!


en el avion2


En Paris quise comprar el bucle inductivo, que tanto leí de él en el blog de Pepe Lozano, porque en Argentina no existe. Con este accesorio se puede escuchar el teléfono con más claridad. Era mi oportunidad. Mi tío buscó por la internet una casa de audición y allí fui en metro. Al llegar tuve una sorpresa. El lugar parecía el paraíso de los sordos. Montones de accesorios para facilitarles la vida a quienes poco oyen. Despertadores, teléfonos especiales, timbres con luz, etc. Pedí por el bucle inductivo y lo que me trajeron era distinto a lo que había visto con mis amigos españoles. Era un dispositivo que se conecta a través de un cable al celular en vez de un collar. De todos modos lo probé y escuché bien, a decir verdad escuché muy bien, perfecto, nítido y con buen volumen. ¡Me gusta!, ¿pero se puede escuchar con esto la televisión? No, no puedo, no puedo «enchufarme» a la electricidad.


celu


«No importa» – me dijo la vendedora – «tenemos este aparato, con el cual se puede escuchar la televisión. También lo puede usar con un interlocutor en un lugar ruidoso, como por ejemplo un bar o un restaurante, o en una reunión con más de dos personas, o escuchar mejor una conferencia»… La vendedora ya me había colocado el collar inductivo con el cual se engancha un aparato con forma de celular, mientras ella se había enganchado el otro celular en su ropa. Hay dos celulares: Uno lo lleva la persona que usa un implante o audífono y el otro se conecta a la televisión, se lo coloca en la mesa de reunión o lo lleva puesto el interlocutor en cuestión. Uno es el receptor y el otro es el transmisor. Para que funcione hay que activar la tecla MT  (ambiente y teléfono) de nuestro implante o audífono. La oí con una increíble nitidez. Se alejó de mi y se fue al otro cuarto. La oí con la misma claridad que antes. Me explicó todo, con lujo de detalles. Mientras tanto llegó una cliente y la otra vendedora la atendió. Se hablaban con lenguas de señas. El lugar era perfecto, las vendedoras sabían comunicarse con todo tipo de sordo o hipoacúsico y además eran encantadoras. Me enamoré del aparato, pero era caro. «La sécurité sociale le otorga un descuento del 70%», me dijo. Soy francesa y tengo un certificado de discapacidad francés pero no resido en el país. Para tener el descuento tenía que pasar por un proceso burocrático largo y viajar para que los médicos competentes hagan los exámenes requeridos. En esas condiciones me costaba más barato comprarlo con mi propio dinero. «No lo pienses, Olivia, se trata de tu calidad de vida», dijo mi familia. Lo compré y lo uso todo el tiempo.


fm en la calle


Volví de Francia con una bolsa llena de aparatos electrónicos «para escucharte mejor», cual lobo de caperucita roja. Me traje una enorme oreja electrónica. Ya que estaba en el baile, compré un nuevo celular también, que se adapta a la entrada del bucle inductivo, y que tiene buen volumen. Una cosa me llevó a la otra, y entre todas se me abrió un abanico de nuevas posibilidades. Oigo el celular con claridad y escucho mi interlocutor sin esfuerzo en un bar con gente. Todavía me falta aprender a escuchar la televisión porque suena diferente y me cuesta discriminar las palabras. Ayer estuve todo el día conectada a la caja boba para practicar. Fue una experiencia fascinante, pude discriminar varias palabras y frases con mi nuevo aparato FM. Poco a poco voy a mejorar. Lo sé porque nuestra amiga Silvia lo logró así – con mucha práctica – y hoy en día lo escucha todo.


fm y la tele


Así que la «hippie» que soñó vivir en la selva se transformó en una «tecnodependiente». No puedo estar mucho tiempo lejos de la «civilización» porque en menos de cuatro días se me acaba la pila, o no tengo enchufe para cargar las baterías. Además, mi procesador es frágil y no se puede mojar. Espero que llegue el día en que se pueda implantar el procesador también. Para eso se tiene que solucionar el tema baterías ¿Energía solar?, jajaja, soñar es gratis.


fm y la musica


Y si, soy feliz con mi nueva «adicción» Ya no estoy sola, miles de cablecitos me mantienen conectada a los sonidos y me devuelven el sentido perdido: la audición.

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Paris


Nunca pasé tanto tiempo sin escribir desde que abrí el blog y me cuesta recuperar el ritmo. Por suerte que este sitio tiene vida propia y sigue su cauce sin mi. Rodolfo activó su implante coclear y Benito se operó. La solidaridad no dejó al blog morir a través de los comentarios de ánimos, felicitaciones y consuelos de los implantados. Rodolfo no está satisfecho con la activación y eso le tiró el ánimo al piso. No es para menos. Benito espera su activación ansioso y entusiasmado y todos le desean lo mejor. Inclusive Rodolfo. Mientras tanto yo estaba en Francia con Germán. Hacía nueve años que no iba para allá, la tierra donde nací y está mi familia materna. Me reencontré con mis primos hermanos y naturalmente con mi tía, con la que siempre mantuve contacto porque ella se vino varias veces a Argentina y me vino a visitar a Brasil también. Es la única tía que nos queda. Mi madre y sus dos hermanas murieron con poco tiempo de diferencia. Eran tres hermanas de una misma generación. De misma estatura y silueta, parecían trillizas. Los dos hermanos menores – Marie-Pascal y Jean-Léonce – son veinte años más jóvenes que ellas y sólo diez años más que yo. Una generación entera de la familia desapareció con las «trillizas». Se cayeron los grandes árboles y dejaron de brindarnos su sombra. Se hizo un vacío y fue duro volver a Francia sin sus presencias.


Todos se sorprendieron con mi nueva «audición». Tanto familia como también amigos percibieron un cambio enorme desde la última vez que nos vimos. «Era muy difícil hablar con vos», «Es sorprendente», «Un cambio espectacular». Hacía nueve años atrás yo escuchaba con gran dificultad gracias a un audífono digital, el más potente -por cierto- del mercado, y ni se me ocurría hacer un implante coclear. Era sorda y listo. Pensaba que mejor que eso no iba a conseguir. Estaba equivocada.


Pude oir mucho y hacer poco esfuerzo. Antes oía poco con mucho esfuerzo. Se invirtieron los factores y el resultado diferente. También lo fue con Germán, que no habla francés. Fui su traductora simultánea, la encargada en mantenerlo comunicado con todo y con todos. Se cambiaron los factores y el resultado fue sorprendente. Nos presentabamos con un «Él no habla francés y yo soy sorda» y nos divertíamos con las caras de asombro de la gente. Era sorda pero escuchaba gracias al implante coclear. Me di una panzada de francés y me reconcilié con mi país materno. Fue muy lindo compartir con Germán mi otro lado, mi otra mitad, mi identidad perdida. Conoció a mi familia y amigos, todos ellos tan cariñosos con nosotros. Me di cuenta que tengo muchos afectos vivos en Francia y eso me causó mucha alegría.


Yo nací en Paris pero mi madre era marsellesa. Mis abuelos también lo eran, al igual que mis tíos. Marie-Pascal, la más jóven, fue la primera que nació en Paris. En este viaje busqué consolidar mis raíces maternas y por eso mismo me tomé un tren hasta Marsella. Les quería dejar una vela a mi madre, tías y abuelos, en la Iglesia de la Vírgen de la Garde, protectora de la ciudad y de los pescadores. ¡Qué felicidad sentí cuando ví el mediterráneo! Algo en mi se despertó: mis raíces, mi sangre y mis recuerdos escondidos. Algo inexplicable pero emocionante me hizo vibrar por dentro cuando estuve en Marsella, mi tierra lejana pero nunca olvidada.


Lo mismo me pasó y me pasa con la Provence. Es un lugar mágico y con una naturaleza generosa. Se respiran los aromas de las especies en las montañas. El cielo azul y la luz que de él irradia atrajo a los pintores de mi corazón: los impresionistas. Allí se sabe comer y beber. Germán estaba fascinado con los quesos y los vinos que nos ofrecían mi familia y amigos en sus cálidas mesas. En Avignon estuvimos en la casa de Martine y Patrick. Los conocí en Brasil en el año 90 y sólo nos volvimos a ver dos veces desde entonces. Nuestra amistad permaneció intacta luego de dos decadas. Varios cuadros pintados por mí colganban de las paredes de cada habitación. Patrick fue director del colegio francés en Recife y gracias a él hice la primera exposición de mi vida. Unos recuerdos inolvidables y un cariño a prueba de años y distancia nunca nos separó. Luego estuvimos en la casa de otros amigos en Aix-en-Provence. Miles de años de historia recorren esa ciudad y Germán disfrutó de cada esquina porque él no sólo es un artista del teatro cómo que también es un amante de historia y en La Provence eso no falta. Allí estuvieron los celtas, griegos, romanos, galos, etc. que dejaron con su huellas. Una riqueza cultural sorprendente.


Año nuevo lo pasamos en familia, en los Altos Alpes, en la casa de la familia de mi tío político y marido de Marie-Pascal: Jean-Paul. Nos trataron como reyes. A mi que no me vengan a hablar de que los franceses son antipáticos. Son lo más hospitalarios que vi. Germán estaba en el cielo de los quesos, vinos,champagnes, almendras, patos, salsas, tortas. ostras, etc. Pero por sobre todo estabamos en el cielo por el amor que recibimos. Feliz, muy feliz me sentí.


Pasamos la mayor parte del tiempo en Paris. No había cielo azul y todos miraban la «metéo» a la búsqueda de una esperanza cálida. En vano, frío y nublado durante casi todo el mes pero estabamos en Paris, la ciudad luz, que nunca deja de brillar porque tiene luz propia. Es bella por donde la mires. Su historia es grandiosa y sus museos monumentales. Visitamos a los grandes maestros de la pintura y escultura en el Louvre, Orsay y Grand Palais. Germán pudo sentir la emoción de la pincelada y color en vivo, y yo me sentí feliz. Ni el frío, que tanto odio, pudo opacar mi felicidad.


Después vino la nieve y Paris se cubrió de blanco. Hacía quince años que no veía nieve, era hermosa, todo era hermoso para mi corazón emocionado con el amor de los reencuentros. Me reencontré con los ex-alumnos de mi colegio francés en Buenos Aires. Varios de mis compañeros se fueron a probar suerte en el viejo continente e hicieron una vida allá. A algunos no los veía hacía 35 años pero con otros tuve varios contactos desde que terminamos el colegio. Laurence, la que ofreció su casa y organizó la reunión, es una de ellas. Con nosotras no pasa el tiempo, siempre que estamos juntas nos sentimos en casa, o más bien dicho, en familia. En su casa también colgaban varios cuadros míos y no se pueden imaginar mi emoción. Después vinieron Marie-Louise, Roger, Marion, Jeróme, mis hermanos de criación, desgarrados como yo, mestizos, cortados por la mitad. Germán probó los deliciosos platos de cada uno de mis amigos, condimentados de mucho cariño. Una delicia.


El implante coclear fue primordial en mis relaciones. Todos coincidían con lo mismo: «Sos otra persona, es sorprendente lo bien que escuchás». Y yo feliz porque por fin pude estar comunicada aunque nunca vaya a escuchar como una normoyente y siga con perdidas de informaciones, siempre, porque lo mío no es un milagro, es simplemente una ayuda, y enorme.


En Paris busqué una casa de audición para comprar el bucle inductivo que tanto hablan en el blog de Pepe Lozano. Con este collar pueden escuchar el teléfono y la televisión con más claridad. No sabía cúal era el nombre de este aparato en francés ni su formato así que le mandé un mensaje privado a JL en el facebook. Con su información partí para la tienda. Cuando llegué me sentí en el paraíso. Había aparatos de todo tipo para ayudar a los sordos e hipoacúsicos a tener una vida más independiente. Teléfonos con mucho volúmen, despertadores con vibración o luces incandescentes. Timbre con luz, y el famoso collar inductivo que era distinto al que le había visto a JL en su visita a Buenos Aires, pero que funcionaba igual. Las vendedoras se comunicaban con lengua de de señas y también modulaban a la perfección pero por sobre todo eran atentas y cariñosas. Es así que descubrí el Comfort Audio Contego, un aparato FM, que me ayuda a entender mejor en las reuniones, con la televisión, en los bares, etc. Este aparato funciona tanto para implantes cocleares como para audífonos también. Quería que Rodolfo lo probase cuando lo vi, pero para eso tiene que tener la tecla T, que es para escuchar el teléfono y él no me pudo decir donde se situaba en su audífono. Seguro que la tiene, todos los audífonos lo tienen. Este nuevo aparato me ayuda un montón. En la próxima entrada se los describiré con detalle. Ahora tengo que subir esta entrada y reencontrarme con el blog… pedirles disculpas, y decirles que los extrañé.

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