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Archive for 7 de febrero de 2014

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Cuando el avión aterrizó en Recife sentí una puntada en el corazón. Hacía ocho anios que no volvía. Me fui de allí de un día para el otro, por una emergencia familiar, como lo hicieron los Incas cuando abandonaron Machu Picchu al creer que llegaban los espanioles. Ellos dejaron los platos sobre las mesas con comida sin terminar. Yo la dejé a Maru mientras almorzaba. Se quedó sola con sólo 17 anios. La conocí cuando era un hermoso bebé, en brazos de su mamá, que en casa trabajó. A los doce se vino a vivir conmigo y nunca más se fue.


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En esos ocho anios lejos de Recife viví en Buenos Aires y muchas cosas pasaron. Tuve que enfrentar situaciones familiares dolorosas. Me diagnosticaron epoc y libré una ardua lucha para dejar de fumar con varias recaídas de por medio. Dejé de escuchar ese poquito que me ofrecía el audífono. El silencio se hizo constante y comprendí lo que significa la palabra angustia. El implante coclear era la única opción. Libré otra ardua lucha, de esta vez con la prepaga, para que apruebe la cirugía. En esos largos meses de burocracia conocí leyes fabulosas para los discapacitados pero que muchos esconden. Lo conocí a Germán que como un ángel me rescató de la soledad silenciosa en la que vivía. Estuvo a mi lado en la cirugía y en la activación. Hoy en día es mi companiero. Luego llegó la reeducación y la felicidad de volver a escuchar. Empecé a escribir en un blog que juntó implantados y candidatos al implante de varios países. Cumplí con el suenio de tener un taller de pintura. Lo construí con la ayuda financiera de mis tías. Me animé a dar clases y aprendí mucho con mis alumnas. Cuando ya todo parecía estar encaminado mi madre se enfermó y la acompanié hasta su final, por suerte. Y así pasaron ocho anios desde aquel día que partí de Recife, la ciudad que vió nacer y crecer a mi hija.


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Volví con Germán a mi lado, testigo de los ocho anios que viví en Buenos Aires. Si no fuese por él hubiera creído que todo ese tiempo había sido un suenio. Es como si nunca me hubiese ido de Recife, todo me resulta tan familiar a pesar de los nuevos edificios que levantaron mientras estuve fuera. Me reencontré con un pedazo de mi corazón con los amigos, el mar, la luz, el calor embriagador y sensual que hizo que el tiempo pare para decir que este es mi lugar.


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No quiero herir los sentimientos de mis amigos argentinos y mucho menos el corazón de Germán. Mi alma vive en varios lugares a la vez porque tanto el tiempo como el espacio son una ilusión cuando el sentimiento es profundo. Esta identificación que tengo con Recife también la tengo con ciertos amigos de la infancia y juventud que están en la otra punta del mundo, viviendo una vida distinta a la mía. He pasado diez anios sin ver a Laurence, amiga íntima del colegio. Nuestras vidas tomaron otros rumbos pero cuando nos volvimos a ver el tiempo desapareció y no tuvimos que explicar nada. Nuestro amor nos mantuvo juntas.


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Olinda está al lado de Recife pero no forma parte del mismo municipio. Es una ciudad de artistas tombada por la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad. El tiempo corre lentamente por sus laderas inundadas de luz. Se vislumbran cuadros de todo tipo desde las ventanas abiertas de los caserones. Hay talleres de pintura por todos lados. Los músicos tocan en la calle y la gente se junta para bailar y hablar a los gritos con sus vasos llenos de cerveza. Los perros se pasean por entre las trompetas y tambores moviendo la cola como un ventilador de fiesteros que son. Las notas que escapan de los instrumentos se apoderan de mis nuevos electrodos y mi corazón vibra de felicidad. Los colores intensos de las fachadas de las casas se destacan en el verde de los cientos de árboles llenos de frutas tropicales, que generosamente caen a los pies de los traseuntes. Todo es simple y exuberante. Olinda desafía al capitalismo con el arte y la simplicidad, y yo me siento en casa.


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En Olinda vive mi compadre, que conocí en la calle hace 28 anios atrás, al escapar de una realidad que me agobiaba. Nos unió el amor por el arte y la libertad. Hoy en día lo buscan desde varios puntos del Nordeste brasilenio para que restaure y pinte iglesias barrocas. Hemos pasado anios sin vernos y apenas nos escribimos pero siempre que nos reencontramos el tiempo desaparece y no tenemos nada que explicar. Desde su casa estoy escribiendo ahora, entre vírgenes, angelitos, cuadros religiosos, profanos y estandartes para el carnaval.


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Lo que se destaca de esta tierra llena de bellezas y carencias es la hospitalidad de la gente. Germán y yo hemos recibido amor de todos desde que llegamos. Miles de abrazos me inyectaron de vida, esa vida que sólo Recife y Olinda pueden brindar. No hay pudor para el amor y no hay verguenza para la alegría.

Gracias a todos mis amigos pernambucanos por recibirme con los brazos abiertos. Los amo


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